Estudiantes, estudiantes y más estudiantes, este es el logro que se atribuyen las universidades de nuestro país…
Nos encontramos delante un contexto laboral complejo: Por un lado, las empresas demandan, cada vez más, profesionales con mayor experiencia; más formados; con variadas capacidades idiomáticas; con unas aptitudes intrapersonales muy específicas y ofreciendo un salario poco competitivo. Por otro lado, salen estudiantes en miles y miles, cada año. Estudiantes que no contarán con posibilidades de incorporación en un mercado tan exigente, y en donde en este contexto, deberán seguir formándose para poder tener mínimas posibilidades de incorporación a una empresa, realizando funciones totalmente distintas a las expuestas durante el período universitario, con un salario pobre, con el que vivir de una forma digna.
En lugar de apostar por la formación de nuevas incorporaciones, adaptarlo a la forma de trabajo de la compañía u ofrecerle un crecimiento continuado, el talento se nos va. Desaparece. Encuentra otros países, en donde la cultura empresarial y laboral, prima la vida social del trabajador, ofreciendo horarios de trabajo competitivos, salarios interesantes, proyecciones de futuro y, sobretodo, formación al trabajador. Sí, se apuesta por ese trabajador, como trabajador de futuro.
Es una realidad. El talento se desvanece. Fijaros que incongruencia: los formamos en el país para que ejerzan fuera de él. ¿Surrealista, verdad? Más surrealista, todavía, cuando en reportajes, entrevistas o conversaciones con amigos, te exponen que serían capaces de renunciar a un salario tan competitivo o a un horario tan flexible, para volver al país. Te argumentan, claro: “No volvería ganando la mitad, trabajando el doble y con un contrato temporal que ponga en riesgo mi futuro”. Así, es como el talento percibe el mercado laboral español.
Es necesario un replanteamiento en el modus operandi de las compañías del país. Se debe apostar por la formación, como herramienta de crecimiento empresarial. Tener a tu equipo formado genera un aumento, considerable, de la productividad del trabajador, lo que a su vez, de transforma en mayores beneficios para las empresas. Paralelamente, el trabajador se siente feliz y motivado para seguir creciendo en la empresa, adquiriendo nuevas responsabilidades y creciendo, tanto personal como profesionalmente. Se debe apostar, por ofrecer un salario competitivo y por no valorar tanto la experiencia previa, como valorar la predisposición del trabajador a ser formado y a adquirir nuevas competencias en su nuevo puesto de trabajo.
Un toque de atención a las empresas, las cuales, apuestan por salarios bajos y, al mismo tiempo, esperando una alta productividad del trabajador. ¡No, señores, esto no existe!